La evolución de la mano


Carlos Lorenzo Merino

Universidad Rovira i Virgili / IPHES

La mano constituye una parte fundamental de nuestro cuerpo a la hora de interactuar con el entorno. Para muchos, de hecho, es la parte de nuestra anatomía que nos permite ser humanos. Participa en numerosas actividades, desde la manipulación hasta la comunicación. Por eso su estudio se ha enfocado desde puntos de vista muy diversos, como el anatómico, el funcional, el social o el evolutivo.

La mano de los humanos actuales es muy versátil y puede distinguirse de la de otros primates por disponer de un pulgar relativamente largo y robusto. Este pulgar nos permite realizar toda una serie de prensiones de precisión, en las que participan básicamente las puntas de los dedos en oposición a la punta del pulgar, y prensiones de fuerza, en las que intervienen diferentes áreas de los dedos y, en ocasiones, la palma de la mano.

No disponemos de un registro fósil tan abundante para conocer la evolución de la mano como la de otras regiones anatómicas y, además, en muchas ocasiones, cuando estos restos no se encuentran asociados con huesos más diagnósticos, no es posible determinar con seguridad la especie a la que pertenecieron. Aun así, disponemos de algunos fósiles muy bien conservados de diferentes especies de homínidos con los que podemos trazar a grandes rasgos la evolución de la mano humana. En primer lugar, en el esqueleto parcial de Ardipithecus ramidus, de 4,4 millones de años de antigüedad, la mano era similar a la de un chimpancé, y el pulgar era como el de nuestros parientes vivos más próximos: corto y grácil. En cambio, en Ardipithecus no se observa ningún rasgo relacionado con la locomoción cuadrúpeda de los chimpancés (el denominado knuckle-walking, o ‘andar sobre los nudillos’).

Por su parte, el pulgar recuperado de Australopithecus afarensis de hace 3 millones de años muestra una longitud relativa proporcionada a la del resto de los dedos. Además, era similar a la de los humanos actuales, aunque el pulgar no era muy robusto. La duda que tenemos es si la evolución de este pulgar largo en esta especie tiene que ver con el uso de algún tipo de tecnología o si estaba relacionado con el empleo de la mano para manipular pequeños alimentos, como granos o brotes. Debemos avanzar otro millón de años para disponer de pistas sobre un pulgar no solo largo, sino también robusto. La mano de Australopithecus sediba y los fósiles de Swartkrans (Sudáfrica), ambos de unos dos millones de años de antigüedad, muestran una anatomía y estructura prácticamente similar a la nuestra, con muy pocos cambios.

En este último periodo de la evolución de la mano se ubicarían los fósiles de esta parte del cuerpo de la sierra de Atapuerca, hallados en los yacimientos de la Sima del Elefante, la Gran Dolina y la Sima de los Huesos. En la Sima del Elefante solo se ha encontrado una falange de un dedo meñique de 1,4 millones de años de antigüedad. A partir de un hueso aislado no podemos obtener mucha información, pero su morfología es indistinguible de la de una mano actual. Los fósiles de la Dolina asignados a Homo antecessor, de hace 800.000 años, también son muy similares a los de los humanos actuales y, en cambio, carecen de algunas características que distinguen la mano de los neandertales. Por último, en los fósiles de la Sima de los Huesos, con 430.000 años de antigüedad, sí que podemos observar algunos de los rasgos distintivos de la mano de los neandertales (anatomía del pulgar, falanges distales anchas…). Es decir, la anatomía de la mano de la Sima de los Huesos también confirmaría la relación que se ha establecido a partir del estudio del cráneo, y que concluye que esta población estaría relacionada con los neandertales.

Resumen de la conferencia impartida por el investigador Carlos Lorenzo Merino en Burgos el pasado 14 de julio en el auditorio de la Residencia Gil de Siloé, en el marco del ciclo de conferencias “Atapuerca, novedades en la evolución”, organizado por la Dirección General del Instituto de la Juventud de Castilla y León en colaboración con la Fundación Atapuerca. Este ciclo se realizó, por segundo año consecutivo, coincidiendo con la presencia del Equipo de Investigación de Atapuerca en Burgos, con ocasión de la campaña de excavaciones.