Nohemi Sala
Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos.
Aunque el primer fósil humano de la Sima de los Huesos fue hallado en 1976, las excavaciones sistemáticas en este yacimiento no comenzaron hasta 1984. A lo largo de tres décadas de trabajo, el equipo de científicos que excavan en la Sima de los Huesos ha recuperado la mayor colección de fósiles humanos del planeta, datada en algo más de 430.000 años. Los hallazgos de cráneos bastante completos son muy raros, incluso en la Sima, pues la mayoría fueron fracturados durante el proceso de fosilización. En las tres últimas décadas, los investigadores del equipo han recuperado más de un millar de fragmentos craneales, la mayoría de un tamaño no mayor que el de las uñas de las manos. Pacientemente, año tras año, los científicos han conseguido ir casando muchas de estas piezas hasta reconstruir 17 cráneos humanos. Esta es una tarea que continuará aún durante muchos años hasta que se consigan reconstruir finalmente los 28 cráneos fragmentados enterrados en las arcillas del yacimiento.
Desde que el yacimiento se excava sistemáticamente bajo la dirección de Juan Luis Arsuaga, se han planteado diferentes hipótesis para explicar la acumulación de 28 individuos en esta recóndita cavidad de la sierra de Atapuerca. Para los miembros del equipo de excavación se trata de una acumulación intencionada de cadáveres realizada por otros humanos. Sin embargo, otros investigadores habían propuesto explicaciones alternativas, como una acumulación debida a la acción de carnívoros, a procesos geológicos o a caídas accidentales por el conducto vertical de 13 metros que da acceso al yacimiento. Los estudios realizados en los últimos años han permitido descartar a los carnívoros y a las corrientes de barro y de agua como posibles causas del depósito de cadáveres, dejando sólo dos alternativas: caídas accidentales o acumulación intencional por parte de otros humanos. Sin embargo, era muy difícil discernir de manera inequívoca entre estas dos hipótesis.
Recientemente se ha publicado el estudio de las lesiones traumáticas del Cráneo 17, el último de los reconstruidos hasta la fecha en la increíble colección de la Sima de los Huesos, que constituye un caso único en la colección de fósiles de ese yacimiento. Este cráneo se ha reconstruido a partir de 52 fragmentos, recuperados a lo largo de veinte años de excavación, y conserva la práctica totalidad del esqueleto facial y del neurocráneo. Su estudio ha desvelado que perteneció a un adulto joven, que tenía alrededor de 20 años de edad en el momento de su muerte, y cuyo sexo está aún por determinar.
El Cráneo 17 presenta dos fracturas perimortem, es decir, producidas justo antes o después de la muerte del individuo (cuando aún tenía piel). Estas fracturas están situadas sobre la órbita ocular izquierda y son dos orificios subrectangulares que atraviesan la pared del cráneo. El estudio de estas lesiones ha permitido demostrar que los orificios se produjeron por el impacto de un objeto duro, y la ausencia de cicatrización en el hueso muestra que el individuo no sobrevivió a ellas. Para poder discernir el origen y la causa de las dos lesiones se ha llevado a cabo su estudio detallado con técnicas forenses. El resultado de este estudio ha puesto de manifiesto que la forma y tamaño de las dos lesiones son indistinguibles, lo que implica que ambas fueron producidas por el mismo objeto en dos impactos diferentes con dos trayectorias distintas. Estos hechos descartan la posibilidad de que las lesiones se produjeran durante una caída accidental, pues no es posible golpearse dos veces con la misma roca desde dos ángulos diferentes. Por otra parte, el tipo de lesiones y su localización es la habitual en los casos de violencia interpersonal ampliamente documentados en la literatura forense. La localización de las heridas en el lado izquierdo de la cara muestra que el agresor posiblemente era diestro y el hecho de que propinara dos golpes mortales a su víctima indicaría una clara voluntad de matar y excluiría el homicidio accidental. Se trataría, pues, del primer caso de violencia interpersonal con intención clara de acabar con la vida de la víctima, documentado en la historia de la humanidad.
Los estudios sobre la geología del yacimiento demuestran que el Cráneo 17 no pudo recibir las heridas una vez depositado allí, pues el medio carecía de la energía necesaria para producir tales golpes. Tal como hemos visto, los golpes tampoco pudieron producirse durante la caída por la sima. Por tanto, si las lesiones no se produjeron en el propio yacimiento ni tampoco durante la caída, sino en un acto de agresión mortal previo, la única explicación posible para que su cadáver llegara hasta la Sima de los Huesos es que fue transportado hasta allí por otros humanos. Esta nueva evidencia confirma la idea de que fueron los humanos los responsables de la acumulación de cadáveres de la Sima de los Huesos en lo que constituye el primer acto funerario documentado de la historia.
La violencia con resultado de muerte entre miembros de la misma especie no es una novedad entre los primates que nos son más próximos, pues se da con alguna frecuencia entre los chimpancés. En consecuencia, es razonable suponer que este tipo de comportamiento nos ha acompañado desde nuestros orígenes. Por ello, el descubrimiento de que un ser humano murió a manos de uno de sus semejantes hace 430.000 años no es el aspecto más relevante del “caso del Cráneo 17”. Lo que sí constituye una novedad es el comportamiento funerario, pues en la biosfera actual sólo lo practica nuestra especie. Las heridas mortales que sufrió el individuo del Cráneo 17 han permitido demostrar la existencia de esa conducta tan humana en un momento muy remoto de nuestra evolución y, lo que es más interesante, en otra especie humana que no está en nuestra ascendencia directa.
Resumen de la conferencia impartida por la investigadora Nohemi Sala en Burgos el pasado 23 de julio en el auditorio de la Residencia Gil de Siloé, en el marco del ciclo de conferencias “Atapuerca, novedades en la evolución”, organizado por la Dirección General del Instituto de la Juventud de Castilla y León, en colaboración con la Fundación Atapuerca. Este ciclo se realizó, por segundo año consecutivo, coincidiendo con la presencia del Equipo de Investigación de Atapuerca en la ciudad de Burgos, con ocasión de la campaña de excavaciones en los yacimientos de la sierra de Atapuerca.