La espina y la rosa
Ignacio Martínez /EIA
Esclarecer el origen de la fabulosa acumulación de fósiles humanos de la Sima de los Huesos ha sido, a lo largo de tres décadas, uno de los mayores retos del Equipo de Investigación de Atapuerca. Durante este tiempo, se han barajado diversas hipótesis, defendidas por diferentes científicos, que incluían la acción de algún agente geológico, como coladas de barro o flujos de agua, que habrían arrastrado los fósiles hasta el yacimiento desde otro lugar lejano. También se ha propuesto la acción de carnívoros, que habrían introducido los restos humanos en la cavidad, mientras que otros autores han defendido que el origen de la acumulación estaría en uno o varios accidentes fortuitos. Sin embargo, para el grupo de excavadores de la Sima, la explicación más plausible era una acumulación intencional de cadáveres por parte de otros humanos, en lo que constituiría el primer acto funerario de la historia de la humanidad.
Una buena parte del trabajo de excavación de todos estos años se ha dedicado a la búsqueda de datos que permitieran confirmar o refutar esas hipótesis. Con la evidencia geológica y tafonómica así reunida se han llevado a cabo exhaustivos estudios que han permitido, en los últimos años, descartar la acción de los agentes geológicos y de los carnívoros en el origen de la acumulación de los fósiles humanos. Además, se establecieron firmemente algunos hechos de gran relevancia para la resolución del problema. En primer término, la constatación de que, hace 430.000 años, se acumularon cadáveres completos, al menos 28, y no huesos sueltos procedentes de otro lugar. También se estableció que la única vía de acceso al yacimiento, en la época en que se acumularon los cuerpos, fue el conducto por el que actualmente se accede a él. Finalmente, solo quedaron dos hipótesis compatibles con la evidencia conocida: la acumulación intencional de cadáveres, o los accidentes fortuitos.
Parecía que se había alcanzado un punto muerto en la investigación pues es casi imposible distinguir, 430.000 años después, si un individuo estaba vivo cuando cayó por la Sima de los Huesos, tal como defiende la hipótesis accidental, o si era un cadáver de pocos días, como propone la hipótesis de la acumulación intencional. Pero, como casi siempre en Atapuerca, la buena fortuna se alió con la pericia de los investigadores. Uno de los cráneos humanos más completos, reconstruido a partir de 52 fragmentos recuperados a lo largo de veinte campañas de excavación, muestra las huellas inequívocas de la causa de la muerte del individuo al que perteneció: un doble impacto de un objeto duro que atravesó las paredes craneales y mató a aquella persona. Los investigadores han conseguido descartar que ese impacto se produjera durante la caída del cuerpo por la sima, y han establecido que el individuo ya estaba muerto cuando cayó por ella. Y puesto que los muertos no entran por su propio pie en las cuevas, su cuerpo tuvo que ser llevado allí por otros humanos, lo que confirma el carácter intencional de la acumulación.
Hace 430.000 años se produjo en la sierra de Atapuerca un caso de agresión personal con intención de matar, lo que nos recuerda que el lado tenebroso del alma humana siempre ha estado con nosotros. Pero el cadáver de la víctima fue recogido y llevado deliberadamente hasta un lugar especial, donde reposaban los restos mortales de otros miembros del grupo. No hay forma de saber por qué lo hicieron pero no es descabellado pensar que el motivo no hubo de ser muy diferente del que nos empuja a nosotros a ocuparnos de nuestros muertos: porque les transferimos el cariño que sentimos por ellos en vida.
Las heridas mortales descubiertas en el Cráneo 17 de la Sima de los Huesos constituyen un caso único en los anales de la paleoantropología forense, nos han permitido resolver uno de los mayores enigmas de la Prehistoria, y nos muestran que la espina y la rosa del comportamiento humano llevan muchos cientos de miles de años con nosotros.