Los profesionales de la Prehistoria que visitan la sierra de Atapuerca durante las campañas de excavación se marchan deslumbrados por el extraordinario valor científico de los yacimientos. Pero durante su visita descubren otros aspectos de los trabajos de excavación por los que se muestran no menos impresionados: la extraordinaria organización del equipo y la complicidad y el cariño que perciben de la sociedad burgalesa hacia el Proyecto Atapuerca. Lo cierto es que, hoy en día, el nombre de Atapuerca es mundialmente conocido y la historia de sus descubrimientos es considerada como una historia de éxito. No obstante, esto no siempre fue así.
Desde que el primer fósil humano fuera descubierto en la Sima de los Huesos por Trinidad Torres y miembros del equipo del Grupo Espeleológico Edelweiss en 1976, y Emiliano Aguirre concibiera el primer proyecto de excavación e investigación en la sierra de Atapuerca en 1978, tuvo que pasar más de una década hasta que se localizaron los grandes descubrimientos que hicieron mundialmente famosa a la sierra de Atapuerca: el hallazgo en 1992 de tres cráneos humanos muy completos de hace cerca de 450.000 años en la Sima de los Huesos, y el descubrimiento en 1994 de una nueva especie humana, Homo antecessor, en el nivel TD6 de Gran Dolina con una antigüedad de 900.000 años.
Durante ese tiempo, el equipo fue creciendo lentamente y contó con medios muy limitados. Fue la época en la que llegaron tres jóvenes estudiantes, dispuestos a consagrar su carrera científica a Atapuerca: Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. En 1991 Aguirre se jubiló y la dirección del proyecto pasó a manos de estos tres científicos. A su vez, cada uno de ellos lideraba un equipo de jóvenes investigadores que componía la tercera generación de Atapuerca.
Los grandes hallazgos de 1992 y 1994, junto con la concesión del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1997, transformaron decisivamente la naturaleza del proyecto. Los yacimientos de la sierra de Atapuerca comenzaron a ser reconocidos mundialmente y las investigaciones sobre sus fósiles empezaron a resonar en las páginas de las revistas científicas de mayor prestigio internacional. Este éxito científico atrajo el interés de investigadores de todas partes del mundo que mostraron su deseo de colaborar con el proyecto aportando nuevas ideas y tecnologías. Pero la transformación no se produjo únicamente a nivel científico. La notoriedad de Atapuerca provocó el nacimiento de una corriente de interés y simpatía por parte de la sociedad burgalesa, en cuyo seno empezó a fraguarse el deseo de apoyar de forma activa las tareas de investigación y de difusión social del conocimiento que se estaba generando en esta sierra.
En 1999, el Equipo de Investigación de Atapuerca afrontaba una crisis de crecimiento, derivada del éxito de los años anteriores. El equipo había aumentado por la incorporación de una nueva generación de estudiantes y, también, de un buen número de investigadores procedentes de diferentes instituciones de investigación extranjeras. Por otra parte, aunque los resultados de los trabajos de años anteriores permitían plantear nuevos y ambiciosos objetivos para las excavaciones y las investigaciones de Atapuerca, los recursos disponibles no se habían incrementado en la misma medida que la importancia de los yacimientos y el prestigio del equipo. La criatura había crecido muy deprisa y la ropa se le había quedado pequeña.
Fue entonces cuando dos personas, que representaban a dos instituciones señeras de la sociedad de Burgos, decidieron dar un paso al frente y hacer realidad el proyecto que venían planeando, desde hacía tiempo, con los directores del Equipo de Investigación de Atapuerca. Se trataba de crear una fundación que atrajera fondos privados y los canalizase hacia el apoyo a los trabajos de excavación e investigación del equipo y, además, impulsará decididamente la difusión social del conocimiento generado en Atapuerca. Y, así, el 26 de julio de 1999, en la Trinchera del Ferrocarril, Antonio Méndez Pozo, por el Diario de Burgos, Francisco Javier Isasi Martínez, por la Caja de Burgos, y los codirectores del Equipo de Investigación de Atapuerca, Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell, constituyeron la Fundación Atapuerca. El sueño se había hecho realidad.
Veinte años después de aquel día histórico, Su Majestad la Reina Doña Sofía es la Presidenta de Honor de la Fundación y en su Patronato se encuentran representantes de la Junta de Castilla y León y de los ayuntamientos de Burgos, de Ibeas de Juarros y de Atapuerca. Asimismo, están representadas las principales instituciones científicas cuyos investigadores participan en el Equipo de Investigación de Atapuerca, como son la Universidad de Burgos, la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. También forman parte del Patronato de la Fundación Atapuerca las empresas Mahou-San Miguel, la Fundación Iberdrola España, la Fundación Repsol, la Fundación Palarq, Asisa, la Fundación Cajacírculo y la Cámara de Comercio e Industria de Burgos.
En sus veinte años de singladura, la Fundación Atapuerca ha ido creciendo a medida que desarrollaba las tareas para las que fue concebida. Así, realiza cada año decenas de actividades de socialización del conocimiento a lo largo y ancho del territorio español y ha creado los prestigiosos Premios Evolución. Además, dota de una decena de ayudas a los jóvenes investigadores del Equipo de Investigación de Atapuerca, tanto predoctorales como posdoctorales. También apoya la gestión económica, la organización y la coordinación de las tareas logísticas durante la campaña de excavación, y gestiona las visitas a los yacimientos de Atapuerca y al Centro de Arqueología Experimental (CAREX). De este modo, la Fundación Atapuerca ha proporcionado al Equipo de Investigación de Atapuerca el impulso y la infraestructura necesarios para dar el salto de calidad con el que se soñaba en 1999.
Desde entonces, las excavaciones pudieron extenderse al yacimiento de la Sima del Elefante, en donde se hallaron, en 2007, los fósiles humanos más antiguos del continente europeo con más de 1,2 millones de años de antigüedad. Se ha multiplicado el número de investigadores que han realizado, o realizan, sus investigaciones sobre los yacimientos de Atapuerca y con ello también se ha incrementado notablemente el número de publicaciones científicas internacionales sobre los yacimientos. Además, la Fundación Atapuerca ha proporcionado el soporte económico que ha permitido que varios miembros del Equipo de Investigación de Atapuerca hayan extendido sus investigaciones a otros países, como es el caso del proyecto de excavación e investigación que se está llevando a cabo en la actualidad en Georgia, Azerbaiyán, Armenia e India.
En este contexto, ha sido posible plantear este año la campaña de excavación más ambiciosa de la historia de Atapuerca. Desde mediados de junio hasta finales de julio, se ha excavado en 10 yacimientos distintos, a los que hay que añadir el equipo que trabaja en el tren de lavado de sedimentos, instalado en la ribera del río Arlanzón y al equipo de conservación y restauración que trabaja en el laboratorio y en las excavaciones. Durante ese mes y medio, han participado en la campaña de excavación más de 283 investigadores venidos de universidades e instituciones de investigación de 22 países diferentes. Todo ello ha implicado afrontar importantes dificultades logísticas, incluyendo el establecer varios turnos de comidas, contar con dos autobuses y más de una docena de vehículos todoterreno para el traslado del personal a los yacimientos, y equipar cinco laboratorios diferentes para el procesado de los fósiles y piezas arqueológicas. Además, se ha realizado un ciclo de conferencias, abiertas al público, en la Residencia Gil de Siloé sobre algunas de las investigaciones en curso en Atapuerca, organizado por el Instituto de la Juventud de la Junta de Castilla y León.
Entre los logros de la campaña de este año destaca que se haya podido acometer la excavación en extensión de los niveles superiores de la Cueva del Fantasma y también el comienzo de la excavación sistemática del yacimiento de la Paredeja. En ambos lugares se han obtenido resultados muy prometedores, con el hallazgo de un importante nivel paleontológico en la Cueva del Fantasma, y la recuperación de decenas de útiles musterienses en la Paredeja. En los yacimientos de la Trinchera del Ferrocarril (Sima del Elefante, Galería y niveles superiores e inferiores de Gran Dolina) se han alcanzado los objetivos propuestos al comienzo de la campaña, destacando que en los niveles superiores de Gran Dolina se ha terminado la excavación del nivel TD10, lo que abre el camino para acceder de nuevo al nivel TD6 en los próximos años. En la Cueva Mayor se ha continuado trabajando en los niveles Neolíticos y de la Edad del Bronce del yacimiento de El Portalón y también se ha avanzado decididamente en el yacimiento musteriense de la Galería de las Estatuas. En la Sima de los Huesos se han recuperado, por 37ª campaña consecutiva, nuevos fósiles humanos datados en cerca de 450.000 años de antigüedad. Entre ellos destaca uno por su rareza en el registro fósil mundial y por su importancia para la reconstrucción de la paleobiología de aquellas poblaciones humanas. Se trata de gran parte de un hueso coxal, uno de los que componen la cadera, cuyo estudio ayudará a conocer mejor la dinámica del parto, así como al conocimiento del peso corporal y de la estatura de aquellas personas.
En los más de 3.500 millones de años de vida sobre la Tierra, la evolución biológica ha descubierto y perfeccionado diversos mecanismos que garantizan la adaptación al medio y el éxito evolutivo de los organismos. Quizá el más extraordinario de dichos mecanismos sea aquel que se basa en la colaboración entre entes diferentes. Tan eficaz resulta para la supervivencia de ambos, que la evolución los lleva a menudo a integrarse en un ser único, mejor adaptado y más eficiente que cualquiera de los dos por separado. Este fenómeno, por el que la unión de dos organismos diferentes resulta en uno nuevo, recibe el nombre de simbiosis, un vocablo que también sirve para describir el extraordinario grado de colaboración e integración que han llegado a alcanzar la Fundación Atapuerca y el Equipo de Investigación de Atapuerca. Se trata de una historia de éxito colectivo, que se ha convertido en un ejemplo de lo lejos que se puede llegar cuando la sociedad y sus científicos se unen para trabajar en pro de un sueño común.