Existe un principio, el principio de esperanza. Si no nos rigiera este principio, la selección natural nos habría jugado a los humanos muchas malas pasadas. Hemos sobrevivido a catástrofes, como cambios climáticos, pestes, guerras y todo tipo de desastres, y aquí estamos.
Hemos perdido muchas plumas, pero de estas situaciones hemos aprendido, aunque, desgraciadamente, no lo suficiente. Ahora, en plena pandemia, nos damos cuenta de que no hemos hecho las cosas bien como especie. Y como no lo hemos hecho bien, estamos sufriendo. La situación actual también pasará: la especie puede colapsar, pero probablemente no en este momento. El coronavirus es una advertencia, y nos afecta a nuestra salud, nos afecta económica y también social y psicológicamente, pero se toman medidas (aunque, por cierto, tarde y mal), pero con estas acciones lo superaremos.
Espero que lo que sucede y lo que acontecerá fortalezca nuestra conciencia crítica de especie tan necesaria en estos momentos. Efectivamente, espero y deseo que lo que estamos viviendo incremente nuestra sociabilidad y nos haga conscientes de que no existen fronteras para esta molécula que perturba nuestro bienestar y nos produce tanto desasosiego.
Somos una especie que hemos crecido de forma exponencial, hemos hecho agregados poblacionales inmensos —me refiero a las ciudades—, nos movemos de sur a norte, de norte a sur, de este a oeste y viceversa. Nos comunicamos continuamente de manera que somos una auténtica red, compuesta por muchos nodos interrelacionados. Informados, con satélites y con sondas, disponemos de todo tipo de monitorización, electricidad, ondas electromagnéticas y radioondas que nos permiten estar en operatividad social y mecánica, pero no nos tenemos que olvidar de que la conciencia crítica de especie es lo primordial en un momento en que la historia está acelerada; lo es más que nunca en nuestra existencia.
Debemos plantear hacia dónde camina el Homo sapiens y procurar no tropezar cada vez en la misma piedra, si queremos continuar evolucionando en el planeta. Esta es la cuestión primordial, este es el marco estratégico en el que nos movemos y tenemos que movernos. Debemos utilizar la capacidad de pensar y anticiparnos a los hechos. Ahora contamos con la tecnología, y hemos de confiar en esta capacidad socializada para poder resolver los problemas de manera diferente a como se había hecho en la revolución neolítica o en la revolución industrial. Los tiempos han cambiado.
Todas las emergencias que se han sucedido, todos los inventos que se socializan al instante, han de estar al servicio de la especie en el sentido más social; es la única manera de tener un futuro no sometido a la espada de Damocles del colapso.
Vengo diciendo desde hace muchos años que la evolución responsable se debe corresponder no al desarrollo descarnado, sino al progreso consciente de nuestro grupo zoológico. O conseguimos sincronizar la evolución y nuestro progreso con los mecanismos que tenemos a mano y pensamos de forma seria y profunda qué queremos en el presente y en el futuro o podemos ser barridos por nuestra incapacidad de adaptación en nuestro planeta, en nuestro sistema solar.
Una nueva conciencia tiene que emerger de nuestras capacidades en el momento de socialización de la revolución científico-técnica. Esperemos que el Covid-19, que tanto sufrimiento y muerte trae, sea un principio de esperanza para todos, para hacer las cosas mejor.
Un gran afecto y cariño a todos los especímenes que trabajan en primera, segunda y tercera línea para corregir los efectos de esta molécula.