Recuerdo cuando Arantza Aranburu, mi directora de tesis y geóloga del Proyecto Atapuerca, entró al laboratorio en el que yo estaba trabajando y me dijo: “Vir, los espeleólogos del grupo ADES (Asociación Deportiva Espeleológica Saguzarrak) han encontrado una cueva enorme llena de estalagmitas rojas. ¿Las analizamos a ver por qué son de ese color? Y si tienen cronologías que nos interesen puedes meterlas en tu tesis”.
¡Estalagmitas rojas! Por supuesto que quería estudiarlas; ¡qué afortunada me sentí! Y no solo por poder examinar esas estalagmitas, sino también por la oportunidad de poder entrar en esa cueva, llamada Cueva de Goikoetxe (en Busturia, Vizcaya), y sobre todo en la impresionante sala llena de formaciones color rojo sangre (de ahí que se llamara Sala Roja).
En un principio, el estudio sobre el origen de esa coloración iba a ser algo sencillo. Puesto que generalmente, tanto en muestras geológicas como arqueológicas, el rojo se debe a óxidos de hierro que se introducen en otros minerales y rocas, con un par de analíticas podríamos confirmar la presencia de este elemento en el interior de los espeleotemas.
Además, dentro de la cueva de Goikoetxe se encontraron nódulos de hierro en la secuencia de relleno sedimentaria, por lo que no dudamos en apuntarle como el principal “culpable” de teñir los espeleotemas. Pero una vez que llegamos al laboratorio… ¡Sorpresa! ¡Ni rastro de ese material! Por mucho que utilizábamos diferentes técnicas de análisis no lo detectábamos dentro de las estalagmitas. Al menos no el suficiente como para dar ese intenso tono. Esto lo comprobamos analizando también estalagmitas de color blanco de la misma cueva, ¡y resulta que tenían más concentración de hierro que las rojas!
Pero como no hay misterio que no se pueda desentrañar con un buen trabajo de detective, nos pusimos a leer y a investigar hasta encontrar algunos artículos en los que hablaban de materia orgánica disuelta que también podía actuar como pigmento. ¡Pues a buscarla! Utilizamos otras cuatro técnicas de análisis distintas hasta que por fin encontramos unas sustancias que procedían de la descomposición de la cobertura vegetal que crece por encima de la cueva. Para que se produzca tal cantidad de materia orgánica, y para que pueda infiltrarse al interior de la cavidad, es necesaria lluvia. Mucha lluvia. Nada que nos sorprendiera, ya que estábamos en el País Vasco…
Lo que sí nos sorprendió fue hallar, escondidos en el interior de las estalagmitas rojas, unos ciclos en la incorporación de estas sustancias orgánicas dentro de la calcita. Unos ciclos que se repetían de manera regular en intervalos de pocos años (unas décadas) y que nos estaban hablando de cambios climáticos ocurridos entre hace 7.000 y 5.000 años.
Este descubrimiento lo hemos publicado recientemente en la revista Quaternary International bajo el título “The red coloration of Goikoetre Cave’s speleothems (Busturia, Spain): An indicator of paleoclimatic changes”, y es un trabajo en el que hemos colaborado investigadores de la Universidad del País Vasco, la Universidad de Burgos, el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH, Burgos) y el Centro Mixto UCM-ISCIII (Madrid).
Estos cambios climáticos modificaron las condiciones ambientales para el crecimiento de la vegetación y la producción de materia orgánica en los suelos. Pero, ¿qué pudo ocasionar unos cambios tan rápidos y cíclicos en el clima durante 2.000 años?
Lo que comenzó como un breve estudio sobre la causa del color rojo en unas estalagmitas se convirtió en una investigación a fondo sobre cambios paleoclimáticos y relaciones atmosféricas, cuyos resultados esperamos poder desvelaros pronto.
Referencia:
Martínez-Pillado, V., et al., 2020. The red coloration of Goikoetre Cave’s speleothems (Busturia, Spain): An indicator of paleoclimatic changes. Quaternary International. DOI: http://doi.org/10.1016/j.quaint.2020.04.006