Se dice que la ciencia es el arte de la curiosidad, y que la curiosidad no mató al gato: lo ayudó a evolucionar. La curiosidad, algo natural en muchas especies animales, ha sido sin duda un motor de la investigación. Quizás, dicha curiosidad, tan arraigada en nuestros propios genes, es la que también nos lleva a veces a indagar en el propio mundo académico, a conocer nuevas universidades, nuevos centros de investigación. También a ampliar horizontes, embeberse en otra cultura, otros modos de dar clases, aprender y realizar investigación científica de forma diferente. Estos son sin duda algunos de los aspectos y retos que me llevaron a salir de este país a inicios de los noventa, a dejar mi familia materna, los amigos, las cotidianas tradiciones y costumbres, para lanzarme a un estilo de vida distinto, con unos criterios y conceptos de calidad de vida y prioridades muy diferentes a los que estaba acostumbrado. Así, después de iniciar mi carrera como investigador en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Barcelona, me incorporé como profesor de ciencias geológicas en la Universidad de Michigan (Estados Unidos, EE.UU.), ya siendo parte del Equipo de Investigación Atapuerca (EIA). Tras mi estancia en EE.UU., muy prolífica y formativa, y que forjó mi forma de pensar y ejecutar ciencia, acepté en 2008 el puesto de coordinador en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), para diseñar e implantar un programa de geocronología en dicha institución. Sin duda, fue un enorme cambio en mi trayectoria profesional. A parte de razones estrictamente personales, me atraía la idea de formar parte de una iniciativa, a mi modo de ver, moderna y ambiciosa, una apuesta muy fuerte, un centro con visión de futuro y donde la ciencia prevalía sobre cualquier otro interés. El CENIEH nacía para favorecer la visibilidad y cohesión de la investigación arqueopaleontológica en España, en particular en los yacimientos de la sierra de Atapuerca, y para promover y mejorar los resultados de los distintos grupos de investigación, gracias a un complejo de infraestructuras analíticas singulares. Era un reto personal contribuir a desarrollar un centro con el objetivo de fomentar grandes avances en el conocimiento de los orígenes humanos mediante una investigación multidisciplinar, algo que implicaba conocimiento, visión y conllevaba la posibilidad de atraer talento, de contratar a un excelente equipo científico-técnico capaz de llevar a buen término esta iniciativa.
Algunos hemos tenido la suerte de reincorporarnos al sistema científico español con el nacimiento de dicho centro, después de permanecer muchos años en otro país, como es mi caso. Aunque quizás anhelamos unas mejores perspectivas para el retorno y la atracción de talento en general, todos entendemos que la ciencia, como decía el Dr. Manuel Losada Villasante, es el más fiable y rentable de los saberes humanos si se rige por la conciencia.