El nombre de Atapuerca nos transporta a lugares remotos de la historia de la evolución humana y despierta enorme curiosidad por conocer más sobre nuestros ancestros. Quiénes eran, cómo vivían, cómo se relacionaban con otros grupos humanos y con su medio natural. En estos tiempos en los que hemos de replantearnos nuestra relación con el planeta y estamos inmersos en una crisis medioambiental de enormes proporciones, los yacimientos de la sierra de Atapuerca pueden aportarnos claves para entender cómo las diversas especies del género Homo que habitaron estas tierras se relacionaron con el medio, lo modificaron y dejaron su huella para el futuro.
El yacimiento de Atapuerca ha estado ligado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) desde el inicio de los trabajos de excavación. Aunque el yacimiento se conocía desde el siglo XIX, fue Emiliano Aguirre, paleontólogo del CSIC, quien en 1978 elaboró un proyecto de investigación para empezar las excavaciones y estuvo al frente de las mismas hasta 1991. Actualmente José María Bermúdez de Castro, investigador como Emiliano del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, codirige junto a Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell el Proyecto de Investigación de Atapuerca, y los hallazgos allí encontrados ocupan un lugar preferente en las colecciones del Museo. El yacimiento de Atapuerca es sin duda uno de los más importantes del mundo para entender la evolución humana y muy especialmente la evolución en el continente europeo. Esta singularidad fue reconocida con la concesión del Premio Príncipe de Asturias en 1997.
Desde el verano de 1978, se llevan a cabo de forma sistemática las campañas de excavación de los yacimientos. Me gustaría destacar que el yacimiento de Atapuerca es un magnífico ejemplo de verdadera colaboración multidisciplinar de la que forman parte unos 300 especialistas de 22 nacionalidades y 30 disciplinas científicas que, tras la campaña estival, continúan el trabajo el resto del año en sus respectivas universidades y centros de investigación utilizando técnicas sofisticadas de vanguardia, cuyos resultados nos asombran día tras día. Ese esfuerzo sostenido y la suma de múltiples capacidades nos permite profundizar en el conocimiento de los orígenes de los humanos.
Atapuerca nos ha regalado al Homo antecessor, permitiéndonos dibujar la complejidad de las líneas evolutivas de los humanos y contribuir a trazar sus ramificaciones. La extraordinaria calidad y estado de conservación del yacimiento y el hecho de haber sido una zona habitada de forma ininterrumpida durante varios cientos de miles de años arroja luz sobre las relaciones entre especies humanas y su evolución en el tiempo. Los recientes estudios de ADN, conseguido incluso a partir de sedimentos nos hablan de hibridaciones entre especies, oleadas migratorias y adaptaciones al clima. Fenómenos no tan distintos a los que escuchamos en nuestras noticias diariamente y que nos acercan a nuestros antepasados.
Pero en Atapuerca no están solo los humanos, junto a ellos descubrimos restos de animales, tanto salvajes como domésticos, que nos informan sobre formas de alimentación y comportamiento social. Industria lítica, cerámica, grabados y pinturas rupestres nos abren ventanas a una rica vida artística y espiritual. Saber más de nuestros antepasados remotos premia nuestra curiosidad con un buen número de respuestas, pero también plantea nuevos interrogantes que nos apremian a continuar investigando con todo el rigor y el entusiasmo que el equipo de Atapuerca ha demostrado desde sus inicios.
Atapuerca es también un ejemplo maravilloso de ciencia que llega a la sociedad. Nombres tan evocadores como Sima de los Huesos, Gran Dolina, Cueva Fantasma, El Mirador, Valle de las Orquídeas, Hotel California…no le son desconocidos a la sociedad. Quien nos iba a decir que aquella Trinchera del Ferrocarril que puso al descubierto numerosos restos iba a ser la puerta a uno de los yacimientos más importantes del mundo para el estudio de la evolución humana.
Ahora que viajar se ha convertido en una actividad no siempre fácil a causa de la pandemia, aprovechemos la oportunidad de viajar en el tiempo con los investigadores de Atapuerca, es un viaje hacia el conocimiento, hacia más lejos y más adentro, un viaje que ayuda a comprender lo que somos hoy como individuos y como especie.