El descubrimiento de fósiles humanos en la Sima de los Huesos supuso el inicio de una larga historia de vida y de una nueva forma de ver el territorio. Emiliano Aguirre, primer director del Proyecto Atapuerca, fue capaz de vislumbrar el potencial de los yacimientos de la sierra de Atapuerca con este primer hallazgo.
Para Emiliano, el yacimiento, el entorno y su territorio eran indivisibles, así como sus habitantes, sin los cuales todo proyecto quedaba cojo. Por ello, solicitó la colaboración de las instituciones burgalesas, incorporando al Grupo Espeleológico Edelweiss en el proyecto vinculado a la cueva. Quiso impulsar en los jóvenes espeleólogos el interés por el karst y los paisajes humanos y naturales que originan. Siendo muy joven recuerdo los paseos por la Sierra haciendo hablar a las rocas que estaban en silencio, creando en mí nuevos pensamientos, forjados por la experiencia del lugar y de la personalidad de Emiliano. El compromiso con el paisaje que nos mostró y que recorrimos durante tanto tiempo, cautivó y afectó a nuestra identidad, siguiendo el sendero que nos mostró. Mis primeros trabajos los dirigió Emiliano, y estos culminaron, años después, en una tesis sobre el karst de la sierra de Atapuerca, en la que me adentré en novedosos aspectos de su espeleogénesis, y siguiendo su ejemplo, me acerqué a aspectos más etéreos, en los que el tiempo muestra solo retazos de la relación del ser humano y la tierra. Siempre mantuvo su amor por las cuevas y sus paisajes, como reflejaba su insistencia en la necesidad de la existencia de una “cátedra de Espeleología” al considerar que la “Espeleología era una Ciencia”.