Durante 42 años tuve el privilegio de conocer a Emiliano Aguirre, entrañable amigo y maestro personal de ciencia y de humanidad. En el transcurso de este tiempo mi admiración, cariño y amistad fueron creciendo exponencialmente. Fruto de largas conversaciones mantenidas en su casa, en la mía y en viajes en coche por España y por el extranjero, aprendí mucho de él. Así llegué a la conclusión de que debería crear una fundación para legar mi colección de fósiles, adquiridos a lo largo de más de 60 años, y que esta estuviera al servicio de la comunidad y sirviera de inspiración a otros coleccionistas.
En el año 2013 expuse mi plan a José María Rodríguez-Ponga, a quien me une una gran relación de amistad, parentesco y común admiración a Emiliano. José María conoció con apenas doce años a Emiliano, cuando este buscaba restos de elefantes en las terrazas del Jarama. José María, abogado muy centrado en fundaciones, se ofreció a ocuparse de crear esa nueva fundación. Ante la necesidad de ponerle un nombre ambos pensamos en el de Emiliano Aguirre, por lo que me fui a casa de Emiliano y le pedí su autorización. Le gustó el proyecto y aceptó ser Presidente de Honor, tras rechazar mi propuesta de ser Presidente Ejecutivo. En los planes de esta nueva fundación estaba crear "en el futuro" -él no quería que nadie pensara que participaba en esta fundación para "fardar", concepto que siempre rechazaba- un premio que llevara su nombre. Su idea es que fuera un premio “a la mejor tesis realizada en torno a alguna excavación”.
Dos años más tarde Emiliano me propuso legar a la FPEA todos los fondos documentales generados por su actividad científica. Me dio una gran alegría. Le pregunté que dónde preferiría que estuviera físicamente su fondo documental, pues la FPEA tendría que concertar la gestión de esos fondos con una entidad que tuviera los recursos precisos. Rápidamente me contestó que le gustaría que la custodia física de sus fondos se hiciera en la Fundación Atapuerca, con la supervisión de la FPEA. De nuevo José María Rodríguez-Ponga se ocupó de gestionar que se cumpliese su deseo.
Actualmente la FPEA vela por los fondos de Emiliano Aguirre, por los de Santiago Jiménez y por los míos propios. Además, aunque las dificultades económicas y la pandemia han ralentizado la creación del "Premio Emiliano Aguirre a la mejor tesis doctoral de investigación en paleontología" -zoológica o antropológica- la FPEA seguirá trabajando para conseguirlo, sola o asociada a alguna otra institución.
No quiero acabar esta nota sin contar una de las últimas anécdotas notables de Emiliano de la que fui testigo. Recuerdo una comida en casa de Emiliano un 22 de diciembre de 2014. Allí estábamos, además de Emiliano y Carmiña (su mujer), Victoria Moreno, arqueóloga del Equipo de Investigación de Atapuerca (que estaba seleccionando toda su documentación) y yo. Emiliano hablaba de evolucionismo y Carmiña se levantó de la mesa para ir a por unas croquetas que sabe que me entusiasman, porque las hace insuperables. Volvía con ellas muy alegre y dijo: “Emi, nos ha tocado el gordo de Navidad”. Estando en la cocina -donde tenía su décimo- había oído por televisión el número premiado y era el suyo. Emiliano solo contestó “muy bien”, sin inmutarse, y siguió hablando de evolucionismo. Así era Emiliano. Y así seguirá siendo en nuestra memoria.