Emiliano Aguirre: esperanza, visión y coraje


By Manuel Pérez Mateos / Rector de la Universidad de Burgos

Cuando, en 1994, nació oficialmente la Universidad de Burgos, los trabajos de Emiliano Aguirre en la sierra de Atapuerca habían cumplido ya la mayoría de edad. Pero, aun así, la relación entre la Universidad y el profesor Aguirre y, por tanto, con el enclave más excepcional de Europa para el estudio de la evolución humana, ya contaba con unas bases incipientes en esa fecha.

“Desde el comienzo -afirmó Emiliano Aguirre en su discurso de aceptación del doctorado honoris causa por la Universidad de Burgos, en 2007- quise ver a la juventud burgalesa universitaria interesada e implicada en el proceso”. Y Emiliano lo consiguió, porque él siempre supo convertir las esperanzas en logros. Porque, tal y como respondió a mediados de los 80 al paleontólogo Yves Coppens, si en España no había especialistas para estudiar todos los hallazgos y tesoros que Atapuerca comenzaba a producir, él se encargaría de formarlos.

Gracias a ese empeño y a la lucidez visionaria de la que el profesor Aguirre hizo gala, hoy es imposible entender el proyecto, el mundo Atapuerca, sin tener en cuenta el papel crucial que en él desempeña la Universidad de Burgos.

De esa estrecha y entrañable relación surgió también la candidatura que, propuesta por la Universidad de Burgos, condujo al reconocimiento, en 1997, del Equipo de Investigación de Atapuerca como Premio Príncipe de Asturias a la Investigación Científica y Técnica.

Pocos nombres de nuestro ilustre mosaico de doctores honoris causa han hecho tanto por nuestra institución como Emiliano Aguirre Enríquez. El homenaje póstumo que la Universidad de Burgos le rindió el pasado 20 de octubre no es sino una modesta prueba del agradecimiento que por todo ello le debemos los universitarios burgaleses.

“Atapuerca prometía. Nos atrevimos porque prometía y no era fácil”, escribió Emiliano en la introducción del libro Atapuerca, un millón de años de historia. Él supo verlo y osó enfrentar el reto. Pero tan importante como lo que la sierra seccionada por esa trinchera ferroviaria ya ha desvelado y aún esconde, es el tesón, la inteligencia y la capacidad para crear equipos y escuela de un hombre que siempre supo tornar la esperanza en un logro. Burgos, la Ciencia y la Universidad de Burgos estaremos siempre en deuda con Emiliano Aguirre.