Un equipo multidisciplinar de investigadores liderados por David Reich (Broad Institute, Harvard), Ron Pinhasi (University College Dublin) y Wolfgang Haak (Max Planck Institute), con participación de centros de investigación españoles, entre ellos el Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), y miembros del Equipo de Investigación de Atapuerca del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-URV), recupera información genética de numerosos restos humanos de la prehistoria europea para determinar qué variantes genéticas han sido seleccionadas a lo largo de miles de años como respuesta a diversos desafíos adaptativos. En una parte del estudio ha tenido papel relevante el análisis de quince muestras de la Cueva del Mirador (sierra de Atapuerca), de entre 4.200 y 4.800 años de antigüedad. Estas muestras incluyen por primera vez genomas neolíticos de Anatolia (Turquía) de hace más de 8.000 años, y permiten conocer mejor a la población de la que proceden los primeros agricultores europeos. El trabajo ha sido publicado recientemente en la revista científica Nature.
Los investigadores, analizando 230 genomas antiguos, han observado cómo algunas variantes genéticas eran favorecidas por la selección natural y aumentaban de frecuencia a lo largo de milenios, hasta llegar en algunos casos a frecuencias del cien por cien en los europeos actuales. Dichos genes están implicados en los procesos adaptativos que han modelado los genomas de las poblaciones europeas y las han permitido sobrevivir. Como ejemplo, a finales del Neolítico (hace unos 4.000 años) los humanos adultos adquirieron la capacidad de digerir la leche más allá de su infancia. Esta variación genética les permitió adaptarse a un cambio de vida, pasando de ser cazadores-recolectores a ser ganaderos y agricultores. También se aprecian mutaciones que hacen que la piel de los europeos sea más clara, así como el color de sus ojos. El análisis de 15 muestras correspondientes a la Edad del Bronce, (del yacimiento de la Cueva del Mirador de la sierra de Atapuerca), ha determinado que la estatura fue decreciendo en las poblaciones ibéricas a partir del Neolítico. Estas son solo algunas de las conclusiones a las que se ha llegado con este importante estudio, que nos permite conocer cómo hemos cambiado desde hace 8.000 años, y si ha habido evolución desde entonces.