¡Cuánto por descubrir!


Por Fernando González Urbaneja / Periodista

Visité los yacimientos y el Centro de Arqueología Experimental de Atapuerca (CAREX) con mis nietos de 9 años que escucharon fascinados todas las explicaciones de una guía muy competente. Como una clase, me dijeron luego, como varias clases. Uno de ellos dibujó en su libreta un cómic curioso con lo que le llamó la atención de la visita; el otro goza de buena memoria y se le quedó la idea de que hay mucho por excavar y descubrir en esas montañas de Atapuerca.

La visita nos sirvió también para aprender algunas palabras, por ejemplo, una bella y evocadora: serendipia, voz que llegó al diccionario el año 2014 entendida como Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. “El descubrimiento de la penicilina fue una serendipia”. Se trata de un neologismo que procede de un viejo cuento inglés que explica mejor la voz más conocida en castellano: “chiripa”. Y también “bifaz”, denominación para un útil de piedra del Paleolítico que podemos considerar como el primer cuchillo de cocina.

Los yacimientos de la sierra de Atapuerca se descubrieron de chiripa, por serendipia, cuando trabajaban en otro proyecto: un ferrocarril minero del que no queda otro rastro que esas tres sorprendentes cuevas que conforman el actual yacimiento, donde hay tanto por descubrir e interpretar. Quedó al descubierto algo llamativo, que personas instruidas y especializadas como Francisco Jordá, primer director del yacimiento hace casi ochenta años, acertaron a entender y explicar, nada menos, que los orígenes de los seres humanos, cómo y cuándo aparece el ser hábil y luego el que es capaz de pensar.

A los chicos les impresionó la visita inicial al Centro de Arqueología Experimental, un viaje instructivo en un escenario muy sencillo, y muy recomendable, para percibir la importancia del yacimiento, y aprender sobre los orígenes de los seres humanos, de nuestros antecesores más remotos. Cuando vengáis aquí de visita con hijos de vuestra edad, les dije, el relato de los arqueólogos que tanto os ha fascinado será distinto, habrá nuevas explicaciones, descubrimientos asombrosos, otras historias más completas y apasionantes sobre nuestros antecesores. Os acordareis de algo de lo que hoy habéis escuchado, pero la explicación será distinta y más profunda. Porque en Atapuerca hay trabajo para muchos años, ¡hay tanto por descubrir e interpretar!

Lo que más les llamó la atención fue como trasformar piedras en utensilios cortantes y lo que eso hacía posible; también el descubrimiento del fuego, sin perder de vista el procedimiento para cazar animales con flechas arrojadas desde una lanzadera que permitía no acercarse a animales peligrosos.

Cuatro horas de visita muy bien aprovechadas, una guía, María, muy pedagógica y atenta con explicaciones entretenidas e inolvidables. El cráneo de Miguelón que nos recibe a la puerta del Museo tiene ahora una explicación y un sentido más allá que el de un objeto, un juguete, para trepar y esconderse. Una visita que habrá que repetir cuando el trabajo de los arqueólogos aporte más conocimiento, más explicaciones de los orígenes de la humanidad. Un punto bueno para abuelos que se ocupan de sus nietos y que estos agradecen.