La Catedral, Patrimonio de la Humanidad


Por Fernando García Cardiñanos / Vicario General Diócesis de Burgos y Obispo Electo

El 20 de julio celebramos una fecha importante. Conmemoramos los 800 años de la colocación de la primera piedra de la Catedral de Burgos. Fue el sueño de un Rey y de un Obispo que proyectaron futuro y fueron capaces de crear belleza, plasmar su fe, abrirse a lo nuevo, generar cultura del encuentro y de la fraternidad y crear espacios significativos para lo sagrado y la concordia.

La Catedral se yergue desde entonces en el centro de nuestra ciudad de Burgos, configurando la idiosincrasia de un pueblo, la singularidad de sus gentes. Y lo hace junto a dos espacios también declarados por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Los tres se complementan y los tres dialogan mutuamente indicando aspectos fundamentales en el camino de la humanización. El Camino nos habla de paso, de proyecto, de experiencia, de grupo… Los yacimientos de la sierra de Atapuerca nos hablan de origen, de sentido, de preguntas, de humanismo, de evolución… La Catedral nos abre a lo sagrado y a la trascendencia, a la belleza, a lo permanente y a lo eterno, a lo auténtico…

Los tres patrimonios tienen en común el elemento cultural. Todos forman parte del patrimonio cultural de nuestro pueblo. Todos sabemos que la cultura de un pueblo la determina una serie de factores y de realidades que son acogidas por las personas que habitan en un territorio. La cultura es una manera de ser que se plasma en expresiones concretas, tradiciones, costumbres, monumentos, formas de relacionarse con el entorno. En ese sentido, la cultura de este pueblo burgalés es la que se ha plasmado en esta magnífica Catedral, en el Camino de Santiago que tiene un fuerte componente espiritual y que descubre, en los yacimientos de la sierra de Atapuerca, sus propios orígenes.

Podríamos decir que, arrancar entonces del alma burgalés alguna de estas componendas y de lo que significan, es arrancarle su propio ser y descomponerlo. Por eso, al declarar un elemento como Patrimonio de la Humanidad se nos invita a mirarlo con ojos amplios de admiración y respeto, como quien toca algo sagrado y tocado por la divinidad, que muestran mucho más que lo que se percibe por los meros sentidos. Por eso, al declararlos patrimonio, es decir patrimonio de las generaciones presentes y futuras, se nos invita a preservarlos y cuidarlos porque merecen la pena ser custodiados ya que, al descubrirlos, se ayuda a cada pueblo en la comprensión de su propio presente y futuro. Eso supone que, acercarnos a un bien Patrimonio de la Humanidad, siempre se tiene que hacer desde la clave de la acogida, la identidad, el orgullo de las raíces, la pregunta sobre el propio ser humano, su sentido y su destino…

Por eso, celebrar 800 años de nuestra Catedral de Burgos es un auténtico acontecimiento. Así lo ha vivido la Diócesis de Burgos, el Cabildo de la Catedral y la Cámara de Comercio que promovieron hace unos años la Fundación VIII Centenario. Ella se ha encargado de realizar innumerables eventos sociales, religiosos, festivos, culturales, deportivos que buscan hacer memoria agradecida de un acontecimiento pero, especialmente, proyectar hacia el futuro. De esta manera, el VIII Centenario, tiene un doble sentido: mirar hacia el pasado, pero sobre todo, proyectar hacia el futuro. Concitar en la voluntad firme de animar y promover un proyecto de ciudad inclusivo, abierto a todos, en el que todos participen y colaboren desde su propia particularidad. La Catedral de Burgos supuso en su construcción un momento hermoso por lo que significaba de internacionalización, de cosmovisión, de integración cultural, de agrandamiento de horizontes: algo semejante debería significar este acontecimiento en un proceso globalizador como el que vivimos. Nuestra ciudad se abre a través de la cultura a los otros, a lo otro y al otro en una experiencia comunitaria muy importante.

En ese sentido, la experiencia de lo vivido durante este tiempo es muy interesante. Desde la pluralidad de visiones y de aportaciones, con la armonía de la diversidad, se enriquece un proyecto sin dejar ninguna dimensión humana al margen. Y buscando que la cultura sea también un motor de desarrollo humano en todas las dimensiones.