La pasada campaña de excavaciones en el yacimiento catalán del Abric Romaní (Capellades, Barcelona) se cerraba con un descubrimiento excepcional. Se trata de los primeros restos humanos de la secuencia del yacimiento, a más de 10 metros de profundidad respecto al punto en el que se iniciaron las excavaciones en 1983. Vivimos estos momentos con cierta tensión, provocada por la incredulidad, ilusión y con muchísima emoción. Son los huesos parciales de un cráneo, de un fragmento de parietal, unido a otro fragmento de temporal, cuya restauración está ahora mismo en proceso. Tenemos abiertas múltiples hipótesis sobre cómo llegó al abrigo y a quien perteneció esté pequeño trozo de cráneo; pero, tendremos que esperar a la cuadragésima primera campaña.
Después de más de 40 años de investigación continuada en el yacimiento del Abric Romí por parte del equipo liderado por Eudald Carbonell, catedrático de Prehistoria en la Universidad Rovira y Virgili de Tarragona e investigador del IPHES-CERCA, nunca antes se habían encontrado restos humanos neandertales. Sin duda, estos restos neandertales pondrán al Abric Romaní en el podio de los yacimientos más importantes del mundo para conocer el comportamiento social y cultural de estos parientes humanos, los Neandertales.
Restos humanos del Neandertal del Abric Romaní en el lugar dónde fue encontrado el pasado 19 de agosto pasado. Foto: Maria D. Guillén / IPHES-CERCA
40 años de excavaciones
No es hasta el año 1983 cuando Eudald Carbonell, junto con sus colegas Rafael Mora y Artur Cebrià, deciden intervenir en el yacimiento, poniendo en relevancia el valor patrimonial y científico de este lugar emblemático. Este año se ha cumplido el 40 aniversario de intervenciones ininterrumpidas con Eudald Carbonell en cabeza. Ni la crisis económica, ni la pandemia de la COVID-19, han hecho que se interrumpan los trabajos, aunque obviamente nos hemos tenido que adaptar a los tiempos que corrían en cada ocasión. Desde entonces, se han recuperado más de 100.000 restos arqueológicos, procedentes de 18 niveles documentados por metodologías modernas, que nos permiten reconstruir el estilo de vida Neandertal. Herramientas de piedra, fauna, restos de madera y cientos de hogares hechos por los individuos que formaron parte de estas poblaciones del Paleolítico medio. En este tiempo, la ciencia prehistórica ha cambiado completamente la visión que tenemos de esta especie hermana, dotándola de capacidades cognitivas superiores a las contempladas hace pocas décadas, pero sobre todo de un comportamiento similar al de los humanos modernos, en el que la vida en sociedad es un elemento indispensable para garantizar nuestra supervivencia.
Durante la campaña desarrollada el último agosto, se ha celebrado este importante aniversario. Eudald Carbonell y Josep Vallverdú fueron los portavoces del equipo en el pregón que daba inicio a la fiesta mayor de Capellades. M. Gema Chacón inauguró la exposición “Neandertal life”, comisionada por el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES). Pudimos disfrutar de un concierto dentro del abrigo, donde hay una envidiable acústica. Los eventos de las fiestas finalizaron con un vermut-coloquio en el que Eudald fue el gran protagonista. En esta conversación nos explicó su paso por el yacimiento y por el pueblo en estos 40 años, anécdotas y algunos momentos más tristes. Muchos de los asistentes demostraron el cariño y admiración que sienten por él. De hecho, 40 años dan para mucho, y aquí han dado a nivel personal y científico.
Por el Abric Romaní han pasado muchísimas personas. Decenas de estudiantes y voluntarios han participado en la extracción de sedimentos con ilusión y entrega, incluso en aquellos años en los que solo se sacaba tierra y se comía una o dos sardinas por persona con algo de ensalada. Pero no solo han pasado estudiantes, la mayor parte de los miembros más veteranos del IPHES se formaron en este yacimiento junto a los de la sierra de Atapuerca. Un trabajo siempre caracterizado por la ilusión, la tenacidad y la constancia. No podemos sino agradecer el esfuerzo de todos los compañeros que han pasado por allí, muchos de ellos durante años, un esfuerzo que ha sido indispensable para llegar a este cuarenta cumpleaños, con un proyecto que además cuenta con un muy buen estado de salud.
Josep Vallverdú, Palmira Saladié, Eudald Carbonell y M. Gema Chacón, en el yacimiento Abric Romaní la pasada campaña de excavaciones. Foto: Gerard Campeny / IPHES
Un lugar excepcional para conocer la vida de los neandertales
Desde el inicio, Eudald Carbonell y los colegas con los que contaba hace ya cuarenta años tenían como propuesta principal la idea de desarrollar un proyecto de cariz antropológico con pretensiones que los llevaban a un estudio paleo-etnoarqueológico de las poblaciones neandertales. Por ello, desde el primer momento y en todos los yacimientos se instituyó que se excavaría en extensión, lo que ha hecho especial al Abric Romaní, ya que se trata de casi 300 m2 de superficie. La excavación completa se ha dirigido a esgrimir las pautas ocupacionales del yacimiento a lo largo de miles de años. Además, el ritmo de sedimentación de este yacimiento (0,6 m cada mil años) lo convierte en un yacimiento con una resolución temporal y espacial excepcional para el estudio de la organización de la superficie de ocupación y los tipos de asentamientos que encontramos. A través de las analogías con los campamentos de los cazadores-recolectores contemporáneos se han identificado ocupaciones largas o estacionales, que probablemente duraron unos meses, y en las que el número de ocupantes era elevado, en números similares a los de los grupos de cazadores recolectores actuales. Otras son más esporádicas o expeditivas, tal vez paradas intermedias en los viajes realizados en busca de recursos, mayoritariamente por la cacería de animales. Estas ocupaciones funcionales probablemente fueron de menos individuos (entre 8 y 12) y de pocos días. La tasa sedimentaria y la buena conservación polínica también ha proporcionado además valiosos datos para la reconstrucción paleoambiental y su relación con las ocupaciones humanas del sitio.
En el Abric Romaní destacan dos tipos de registros singulares: el material leñoso y las evidencias de hogares. La conservación de carbones indica que se explotaron los bosques cercanos, de donde se seleccionó mayoritariamente el pino silvestre. Pero al mismo tiempo encontramos huellas de restos de mayores proporciones, que han quedado en forma de negativos en el travertino. Muchas de ellas pertenecen a haces de leña. Pero también contamos con varias piezas trabajadas para su uso probablemente doméstico, como palos cavadores, bandejas y trípodes para colgar carne encima del fuego, que son excepcionales dentro del registro mundial. Actualmente se está excavando el nivel R, en el que los negativos de madera son también abundantes, y se está evaluando la posibilidad de la existencia de más elementos transformados en herramientas. Los hogares son otro de los elementos de gran importancia del yacimiento del Abric Romaní. Una sedimentación rápida que permite la conservación de estas estructuras ha dado lugar a diferentes estudios que indican la existencia de hogares en torno a los cuales se centraba la actividad doméstica y hogares en las zonas de descanso. Actualmente, el Abric Romaní es uno de los yacimientos del mundo en el que se han registrado un mayor número de evidencias de la domesticación o control del fuego.
Las últimas intervenciones en los yacimientos de la Cinglera han estado enmarcadas en el proyecto cuadrienal “Territoris Prehistòrics de la Conca del Riu Anoia 2022 - 2025”, aprobado por el Departamento de Cultura de la Generalitat. La campaña ha sido financiada por el Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña, el Ayuntamiento de Capellades y la donación de la empresa Romanya-Valls S.A.
Vista de sector del Abric Romaní con hogares. Foto: IPHES
Historia del yacimiento
El 9 de agosto de 1909, Amador Romaní, un empresario de Capellades (Barcelona), su hijo y uno de los amigos del pequeño encontraban las primeras piezas paleolíticas en el que hoy en día se conoce como el yacimiento del Abric Romaní. Este abrigo se encuentra en un desfiladero de travertino de gran belleza conocido como La Cinglera del Capelló. Amador Romaní había comenzado las prospecciones en esta zona en 1905, descubriendo por esta región más de una veintena de cuevas y abrigos que tenían restos arqueológicos desde el Paleolítico hasta la Edad Media. Estos hallazgos ponían de manifiesto que se trataba de un lugar frecuentado intensamente por las comunidades humanas en tiempos históricos y prehistóricos. Se trata de un punto estratégico, que hoy en día todavía es un lugar de confluencia de diferentes redes viarias, uniendo la Cataluña central con la costa, un itinerario que probablemente fue común en la vida de las poblaciones prehistóricas y de las manadas de animales.
El empresario capelladino perteneció a una generación de eruditos locales que a finales del siglo XIX y principios del XX propusieron las bases para el desarrollo de la investigación prehistórica en Cataluña y España. Estuvo interesado por un gran abanico de temas y ciencias como la malacología, la botánica, la etnología, la geología o la astronomía, junto a la arqueología y el interés por el pasado de su pueblo natal. Cuando esa mañana de agosto encontraron las primeras herramientas de piedra, fue consciente de la importancia del yacimiento y contactó con el Instituto de Estudios Catalanes (IEC), que contaba con Monseñor Norbert Font Sagué (y posteriormente Lluís Marià Vidal) al frente. Esta institución decidió financiar su investigación hasta 1911. En esa época los yacimientos de Empúries y el Abric Romaní fueron los centros de interés para el IEC. Amador Romaní excavó hasta el año 1930, después el yacimiento fue objeto de algunas intervenciones poco relevantes a finales de los años 50 y 60. De hecho en toda la Cinglera se han efectuado trabajos intermitentes desde hace más de un siglo, ya que los diferentes yacimientos llamaron la atención de investigadores como Eduard Ripoll, Henry de Lumley o Leslie G. Freeman.
Amador Romaní en el yacimiento del Abric Romaní en 1911. Foto: Archivo de Museo del Molino de Papel de Capellades (Barcelona)