La Sima de los Huesos es el yacimiento más extraordinario de la paleoantropología. A lo largo de más de 30 años de excavación se han encontrado unos 7.000 fósiles humanos con una antigüedad de 430.000 años. De forma paciente, cada campaña el yacimiento ha proporcionado restos que pertenecieron a un grupo de 30 individuos que nos aportan una información fundamental sobre estos pobladores de la sierra de Atapuerca del Pleistoceno medio. Los restos humanos están acumulados en el fondo de una pequeña cavidad al pie de una sima vertical de 13 metros en las profundidades del complejo kárstico de la sierra de Atapuerca.
Los restos humanos solo aparecen acompañados de otros restos de carnívoros, en su mayoría osos de la especie Ursus deningeri. Desde su hallazgo, las circunstancias tan particulares de este yacimiento han provocado mucho debate sobre la forma en que estos fósiles humanos llegaron a depositarse allí. A pesar de que se han propuesto distintas explicaciones para el origen de la acumulación, el equipo de excavación ha defendido siempre su origen antrópico y que los cuerpos fueron transportados y arrojados por otros humanos al fondo de la sima.
Un hallazgo sorprendente
Pero el 10 de julio de 1998 se produjo de nuevo un hallazgo sorprendente en este yacimiento, ya que se encontró la que hasta ahora constituye la única pieza de industria lítica hallada en la sima: un bifaz. Este instrumento es uno de los objetos más icónicos de la prehistoria y con su forma lanceolada cualquiera puede reconocer que es un artefacto creado por los humanos. Encontrar bifaces en yacimientos de esta antigüedad es bastante habitual, pero el contexto de este bifaz es excepcional, ya que está acompañado de 30 esqueletos humanos. La Sima no es un lugar donde habitasen los humanos y, por tanto, la única forma de llegar hasta allí es siendo transportado por otros individuos. Además, el bifaz de la sima está elaborado en cuarcita de color rojizo, una materia prima poco frecuente en el entorno de la sierra de Atapuerca.
Como nosotros pensamos que puede ser un objeto con significado simbólico, decidimos apodarlo con el nombre de la espada más simbólica de la historia: Excalibur. Aunque el significado preciso del bifaz siempre será un enigma, el contexto en el que apareció le confiere singularidad frente a otros bifaces.
Y para terminar, algo que muy pocas personas conocen: los millares de visitantes del Museo de la Evolución Humana de Burgos que en estos años han tenido ocasión de admirar a Excalibur no pueden hacerse una idea exacta del auténtico color de la pieza. Esto es, en parte, porque la iluminación artificial amortigua su color original, pero, sobre todo, porque no conocen el secreto de Excalibur: cuando se moja su superficie, esta adquiere el color rojo de una víscera. El color de un corazón. El corazón de la sierra de Atapuerca.