Estamos solos. Es decir, somos los únicos humanos supervivientes de una compleja raigambre de especies que han habitado nuestro planeta. Quizá esta soledad ha generado en nosotros una especial fascinación por los encuentros que hemos tenido con los últimos representantes de otras especies humanas. Localizar los primeros indicios de llegada de Homo sapiens al continente europeo, habitado por los neandertales, constituye quizá uno de los aspectos más codiciados en los yacimientos arqueológicos de nuestro continente. Hasta hace pocos meses se consideraba que los primeros asentamientos de humanos modernos en Europa se remontaban a hace entre 45.000 y 43.000 años mientras que los últimos restos fósiles neandertales corresponden a una antigüedad que va desde los 42.000 a 40.000 años. Esto dejaba una ventana de coexistencia de las dos especies en Europa de unos pocos miles de años. Un reciente trabajo publicado en Science Advances, rebela presencia de humanos modernos en la cueva Mandrin (Francia), en el valle del Ródano, entre hace 56.800 y 51.700 años. Se ha documentado una alternancia en las ocupaciones de neandertales y humanos de nuestra especie. Cada vez que los arqueólogos excavan los sedimentos, se abren nuevas posibilidades de hallar restos fascinantes que hagan plantearnos nuevos escenarios.